Más de cuatro millones la ven cada mediodía en televisión, 25,1 millones siguen sus bromas y comentarios en Twitter y los videos de su show se han visto más de 3.000 millones de veces en YouTube. Ellen DeGeneres es la reina de la televisión en Estados Unidos como una vez lo fue Oprah Winfrey, por lo que la decisión de que el domingo sea por segunda vez la anfitriona de los Oscar resulta lógica.
¿Cómo se explica el éxito de DeGeneres? Quizás su humor amable, su cercanía y su capacidad para conectar con jóvenes y mayores, con hombres y mujeres, hacen de ella la anfitriona perfecta, como ya lo fue en 2007.
“Hay pocas estrellas hoy en día que tengan el talento de Ellen para la comedia, con su calidez y su humanidad. La quieren en todas partes”, explicaron los productores de la gala del domingo, Craig Zadan y Neil Meron.
Después de la arriesgada apuesta del año pasado con el cáustico Seth MacFarlane, del humor blanco pero poco juvenil de Billy Crystal y de los experimentos de Hugh Jackman o del tándem James Franco-Anne Hathaway, Zadan y Meron juegan sobre seguro con DeGeneres, Ellen para sus amigos. Y para todo el público.
Así, “Ellen”, sin apellidos, se llama su programa en la cadena NBC que lleva 11 temporadas, ha renovado hasta 2017 y con el que ha ganado 45 premios Emmy.
A él acuden todas las estrellas, sobre todo del cine y de la televisión, a pasar un rato divertido y hacérselo pasar bien a la audiencia. El último, el actor Bradley Cooper, confesó a Ellen que fue a una reciente cena en la Casa Blanca sin ropa interior.
Ellen, de 56 años, es humor, ingenio rápido y mucho más: actúa, baila, canta, lleva zapatillas deportivas y no se le conocen enemigos. O si los hay, callan. Y eso a pesar de que en 1997 se liberó al revelar en la serie de televisión que protagonizaba que es lesbiana.
En primera persona
Entonces no era tan fácil admitir la homosexualidad como lo es ahora. Echando la vista atrás, recuerda cómo en aquellos lejanos días hasta se le borró su sonrisa perenne. “Me sentí aislada, rechazada”, afirmó la presentadora. Ella estuvo tres años fuera de las pantallas, un poco por decisión propia y -sobre todo- por cierto rechazo.
Pero ahora es feliz, satisfecha con la mujer que es y respetada y querida por todos. En los últimos días desmintió que se vaya a divorciar de su esposa, la actriz australiana Portia de Rossi, con la que está casada desde 2008.
A Ellen le costó convertirse en el icono televisivo que es. Empezó en un club de comedia en su Nueva Orleans natal, del que saltó a la TV. Varios papeles pequeños le sirvieron para llegar a la comedia “These friends of mine”, que tras la primera temporada cambió de nombre: pasó a llamarse “Ellen”.
De 1994 a 1998 la serie batió récords de audiencia. El episodio de 1997 en el que su personaje -y ella misma- revelaba que era homosexual fue visto por 46 millones de personas.
Después de la serie y de un descanso tras su confesión, pasó a comandar el “talk show” del mismo nombre con el que heredó -sin pretenderlo- el trono de Winfrey.
Sus éxitos se han trasladado a la pantalla grande al dar voz a la desmemoriada Dory en la película de animación “Buscando a Nemo”. La secuela de la tierna comedia subacuática protagonizada por peces y demás fauna marina se llama “Buscando a Dory” y llegará al cine en noviembre de 2015.
¿Por qué entonces asumir tanto riesgo y repetir con una gala que siempre genera más críticas que elogios? “Porque es aterrador y pensé: ‘¿por qué no ponerme un reto?’ Me siento cómoda y como artista nunca es bueno sentirse cómoda. Creativamente me tengo que desafiar”, le dijo a la edición de esta semana de la revista People.
Su trayectoria le da cierto margen. “Cuenta con esa capacidad que tienen pocos artistas, que es hacerte creer que realmente la conocés y que podría ser tu mejor amiga”. Así la definió en el diario “The New York Times” Martin Kaplan, director del Norman Lear Center para el estudio del entretenimiento y la sociedad en la Universidad de Southern California.